Little Boy salió a eso de las 8:15 AM de su casa,
en caída libre,
probablemente ignorando su destino
como muchos de nosotros cuando vagamos
por oscuros e ingrávidos callejones
con las manos en los bolsillos tan solo
acompañados por el viento
-y en silencio-.
Sin saber bien quienes somos ni quienes
hemos sido. Simplemente caminamos y nos olvidamos
del camino. Pero aquel viaje fue distinto
nunca debió salir Little Boy.
Vino a ser un 6 de Agosto de 1945,
en menos de un minuto y con una onda expansiva
de casi 12 kilómetros más de 70.000 personas murieron
al instante. -Y otras 70.000, no muy lejos de allí,
en cualquier otra parte-.
Hay instantes que van allá de los acontecimientos
de la Historia, y ya no se corrigen
con goma de borrar, porque ahora son la memoria
de nuestra fatalidad.
El viaje de regreso debió ser muy distinto,
como cuando regresas de ninguna parte
y sin saber adónde has ido, solo se oía una voz
que repetía entre dientes, " Qué hemos hecho,
Dios mío."
Ahora, ya solo son memoria esos miles de niños,
que jugaban tranquilos por sus calles
de Hiroshima.
A quién, qué, me pregunto,
¿y tú fuiste alguna vez niño?
Yo también una vez tuve un barrio
parecido a Hiroshima.
por Nacho Bravo.
viernes, 4 de abril de 2014
miércoles, 2 de abril de 2014
La caverna
Aquel niño caminaba sereno
por los márgenes de la vida,
como para no salirse del cuaderno
le educaron con miedo,
y con dos o tres hostias bien dadas a tiempo
que decían los maestros,
"venga usted aquí, pollo".
Fue el acto primero.
Hasta que un día casi sin quererlo
saltó la vieja tapia que mancillaba sus sueños,
y se atrevió a descubrir la implacable medida de los horizontes,
y sus difíciles colores.
Y las jarras de cerveza y los amores con sabor a pomelo
-y a paloduz-. Y lo cercano que estaba el mar, a un palmo
de la arena estirando los brazos, y los sueños.
Y decidió que debía volver para contarlo.
Fue el acto segundo.
Pero nada mejoró, como era de esperar.
Y así un día ya no aguantó más
y tuvo que llamarles "Hijosdelagranputa"
no hubo más remedio, se lo gritó llorando
a la cara y a los cuatro vientos,
con casi todos sus respetos, lo expulsaron
de inmediato de aquel pabellón de tristezas,
de aquella caverna,
-no imagináis lo que se alegró- y empezó a leer
cuentos con chatos de vino, despacio y mirando
hacia el cielo de vez en cuando para no olvidar.
Desenlace, fue el acto tercero.
[Si, ya sé, tal vez ya se escribió de todo esto
en otra vida, en otro cuento o en un mito,
o de otra manera.]
por Nacho Bravo.
por los márgenes de la vida,
como para no salirse del cuaderno
le educaron con miedo,
y con dos o tres hostias bien dadas a tiempo
que decían los maestros,
"venga usted aquí, pollo".
Fue el acto primero.
Hasta que un día casi sin quererlo
saltó la vieja tapia que mancillaba sus sueños,
y se atrevió a descubrir la implacable medida de los horizontes,
y sus difíciles colores.
Y las jarras de cerveza y los amores con sabor a pomelo
-y a paloduz-. Y lo cercano que estaba el mar, a un palmo
de la arena estirando los brazos, y los sueños.
Y decidió que debía volver para contarlo.
Fue el acto segundo.
Pero nada mejoró, como era de esperar.
Y así un día ya no aguantó más
y tuvo que llamarles "Hijosdelagranputa"
no hubo más remedio, se lo gritó llorando
a la cara y a los cuatro vientos,
con casi todos sus respetos, lo expulsaron
de inmediato de aquel pabellón de tristezas,
de aquella caverna,
-no imagináis lo que se alegró- y empezó a leer
cuentos con chatos de vino, despacio y mirando
hacia el cielo de vez en cuando para no olvidar.
Desenlace, fue el acto tercero.
[Si, ya sé, tal vez ya se escribió de todo esto
en otra vida, en otro cuento o en un mito,
o de otra manera.]
por Nacho Bravo.
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